Esa fue la primera palabra que dijo Gabriel. Días después dijo Mamá… Y no me sorprendió que dijera Papá. Porque su papá es de 10.
Cuando conocí a Sergio sabía que iba a ser un compañero estupendo: siempre atento, detallista, educado, delicado, respetuoso, divertido, buen conversador y lo más importante, que me quería tal y como era.
Con los años, también pensé que iba a ser un padre espectacular. Y así ha sido. Gabriel lo adora. Cuando llega a casa sale corriendo y lo abraza. Se tiran en el suelo como dos niños y juegan. Sergio le da volteretas y le hace cosquillas y Gabriel se parte de risa. Acabamos todos riéndonos, porque ¿hay algo más contagioso que la risa de un niño?
Desde los últimos meses de mi embarazo, Sergio baña a Gabriel, le ha enseñado muchas cosas: dónde están las orejas de Gabriel, dónde están los pies, y la nariz??? Ya no usa silla en la bañera, se tumba boca abajo y hace como si nadara, colabora para que su papá pueda enjabonarlo bien, guarda los juguetes cuando le toca salir de la bañera, en fin, que se lo pasan pipa los dos.
Su papá lo acuesta… Dale un mua a mamá, viene, me da un mua y va directo con su padre para que lo lleve a su habitación. Su papá lo lleva a natación y se baña con él.
Y Leo… Leo se ríe con él, y seguro que pronto empezarán a compartir momentos juntos.
Este post es un homenaje a mi marido, mi persona favorita, y papá de mis dos preciosuras.
¡Feliz día del padre amor!